
ISSN-L: 0798-1015 • eISSN: 2739-0071 (En línea) - Revista Espacios – Vol. 46, Nº 03, Año 2025 • May-Jun
MONTENEGRO-MORA L.A. & SAA-RICO, W.H. «Claves para la comprensión de los estilos de enseñanza»
una herramienta clave para la consolidación del pensamiento pedagógico y el desarrollo científico del campo
educativo.
En este contexto, el concepto de estilos de enseñanza ha sido objeto de reflexión y análisis a nivel internacional,
dada su estrecha relación con la forma en que el conocimiento es mediado por el docente y recibido por los
estudiantes. La preocupación por mejorar los procesos de enseñanza y aprendizaje ha motivado a investigadores
en diversos países, como España (López, 1996; Delgado, 2015; Gonzáles y Pino, 2016; Gutiérrez, 2018), Estados
Unidos (Grasha, 1996), Venezuela (De León, 2005; Castro y Guzmán, 2005) y Colombia (Henao y Molina, 2013;
Cardona et al., 2016), a profundizar en la manera como los docentes configuran sus prácticas en función de
factores personales, contextuales y profesionales. En dichas investigaciones se ha observado que los estilos de
enseñanza influyen directamente tanto en el rendimiento académico de los estudiantes como en las dinámicas
de la práctica docente, condicionadas por variables como el ambiente de aula, los recursos disponibles, el nivel
de cualificación del docente, el diseño de estrategias pedagógicas y los criterios de evaluación.
Pese al interés creciente en el tema persisten confusiones conceptuales y metodológicas alrededor de lo que se
entiende por estilo de enseñanza, su clasificación y su diferenciación frente a conceptos afines como métodos o
modelos de enseñanza. Por ello, el presente artículo propone una revisión crítica y fundamentada del concepto
de estilo de enseñanza, partiendo de su génesis teórica y abordando su evolución hasta llegar a algunas de las
clasificaciones más representativas en la literatura especializada.
Uno de los aportes fundacionales lo ofrece Flanders (1977), quien establece una distinción entre estilos de
enseñanza directos e indirectos. El primero se caracteriza por ser más estructurado, centrado en la exposición
del docente y la crítica a las respuestas de los estudiantes; mientras que el segundo promueve una interacción
más activa y dialógica, estimulando la participación del alumnado. Más adelante, Bennet (1979) complejiza esta
tipología al ubicar los estilos de enseñanza en un eje que va desde el enfoque progresista hasta el tradicional. Su
propuesta contempla doce estilos internos que varían desde una enseñanza liberal con agrupamiento flexible y
autonomía estudiantil, hasta una enseñanza formal, centrada en el control y la rigidez. Sin embargo, dicha
propuesta fue objeto de críticas por no considerar otras variables como el tiempo de aprendizaje o el nivel de
implicación de los estudiantes en las tareas (Montero, 1990).
Desde otra perspectiva, Montero (1990) propone sustituir el término “estilo de enseñanza” por el de
“perspectiva”, al considerar que los docentes actúan guiados por direcciones reflexivas que les permiten elegir
la mejor manera de enseñar según sus condiciones contextuales. Por su parte, Grasha (1996) plantea una
clasificación más reciente y consolidada, al identificar cinco estilos: experto, autoridad formal, modelo personal,
facilitador y delegador. Cada uno refleja diferentes formas en que el docente se posiciona frente al conocimiento
y la relación pedagógica con sus estudiantes.
Otros estudios han intentado simplificar la definición clasificando los estilos como verbales y no verbales (Álvarez,
2004), o directos e indirectos (Acosta, 2007), según el tipo de comunicación y las expresiones utilizadas por el
docente. Paralelamente, otros autores han abordado el fenómeno desde el enfoque de los modelos de
enseñanza, lo que ha dado lugar a debates sobre la posible sinonimia entre ambos conceptos. Mientras algunos
los consideran intercambiables (Escudero, 1981; Díaz y Hernández, 1999; Sarmiento, 2004), la tendencia
contemporánea es distinguir entre ambos, señalando que los modelos configuran marcos generales adoptados
institucionalmente, mientras que los estilos son formas particulares, situadas y personales de actuar del docente
(Colom y Mèlich, 1994).
Escudero (1981) define los modelos de enseñanza como representaciones simplificadas de fenómenos
educativos que permiten delimitar variables para su análisis. A su vez, Cardona et al., (2016) entienden los estilos
de enseñanza como formas personales de ejercer la docencia, derivadas de las experiencias, conocimientos,