ISSN-L: 0798-1015 • eISSN: 2739-0071 (En línea) - Revista Espacios – Vol. 43, Nº 04, Año 2022
ALTONAR, Ximena A. et al. «Gobernanza ambiental: Una mirada desde la producción de resultados de
investigación de corriente principal»
producen un mayor desarrollo económico, ni un mayor beneficio social (Olivé, 2007). Para que la ciencia sea de
utilidad no basta únicamente con propiciar su desarrollo e incentivar su producción, ya que existe evidencia de
que, si bien, cada vez más países se perfilan hacia el desarrollo científico y tecnológico, esto sólo ha ocasionado
una sobre producción y acumulación de conocimiento de vanguardia (Rúa-Ceballos, 2006).
Una de las herramientas que existen en la actualidad para aproximar a la sociedad al conocimiento científico y
hacer de éste una parte del proceso de resolución de las problemáticas, es la Agenda 2030. Publicada por la
Organización de las Naciones Unidas (ONU) en 2015, su objetivo es integrar las dimensiones económica, social y
ambiental (ONU, 2018). En este se señalaron 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), estableciendo que
para lograrlos era necesaria una transformación de los sistemas financieros, económicos y políticos que rigen
hoy nuestras sociedades (ONU, 2018). Sin embargo, como se reconoce en el Informe de los Objetivos de
Desarrollo Sostenible (ONU, 2018), los esfuerzos mundiales han sido insuficientes para lograr el cumplimiento
de la Agenda.
Lo anterior, expone la urgencia de que investigadores y responsables de la formulación de políticas actúen en
favor del medio ambiente, con soluciones innovadoras para mejorar la sostenibilidad ambiental. Para acercar la
investigación científica ambiental a la sociedad, y utilizarla en la resolución de problemas, es necesario construir
un marco de análisis internacional para el uso del conocimiento científico en las políticas ambientales, tanto a
nivel local como global (Castillo et al., 2010). Dicho esto, es importante conocer la situación ambiental de cada
nación y entender por qué algunos países tienen un mejor desempeño ambiental que otros; esta información
permite identificar los retos en común, traducir los objetivos, metas e indicadores globalmente definidos a los
contextos locales (Arroyo-Arroyo, 2019).
Como se ha mencionado con anterioridad, medir la gobernanza e impacto de las políticas ambientales de cada
nación permite definir acciones para guiar procesos hacia el cumplimiento de los ODS; para lograrlo, existen
diversos índices, uno de ellos es del Desempeño Ambiental (EPI, por sus siglas en inglés). El instrumento
anteriormente señalado proporciona un resumen del estado de la sustentabilidad en todo el mundo, y lo logra
utilizando 32 indicadores de desempeño para clasificar a 180 países en términos de salud ambiental; de esta
manera, los países que se posicionan entre los primeros lugares de la lista son aquellos que están abordando
mejor los desafíos ambientales. Los datos de esta clasificación permiten detectar problemas, comprender los
resultados y establecer objetivos para mejorar las prácticas políticas y alcanzar los ODS (Hsu et al., 2014; Hsu et
al., 2016; Wendlin et al., 2018).
Uno de los objetivos del EPI es proporcionar información de los países líderes del desempeño ambiental, así
como las prácticas y políticas de los mismos para que las naciones menos avanzadas en esta materia puedan
utilizarlo como una guía (Wendlin et al., 2018). Sin embargo, el contexto social, económico y político no es el
mismo en todas las regiones, por lo que es importante analizar la relación entre estos factores y el cuidado del
medio ambiente antes de intentar imitar la gobernanza de las naciones con mayor desempeño ambiental. Por
ejemplo, diversos autores (Castillo, 2000; Castillo y Toledo, 2000; Kerret y Shvartzvald, 2013; Dragos y Dragos,
2013) han establecido una relación entre el cuidado ambiental y la riqueza económica de un país, hecho que
coincide y refuerza lo establecido por los autores antes señalados, pues en los últimos reportes de este índice
los países mejor calificados son naciones con un alto desarrollo económico.
Aunado a esto, debe considerarse el panorama de la endemia actual de SARS-CoV-2 (Covid-19), que desde el año
2020 ha evidenciado y acrecentado la falta de servicios de gestión de los residuos sanitarios, especialmente en
los países menos desarrollados (WHO, 2022). La mala gestión de los residuos sanitarios no sólo expone al
personal sanitario a lesiones por pinchazos, quemaduras y exposición a microorganismos patógenos, sino
también impacta fuertemente en la calidad de vida de las comunidades empobrecidas cercanas a los vertederos,