Luis F. Marcano González
Constatamos que los hábitos y costumbres dominantes en las unidades de investigación -sobre todo en aquellas de origen académico- mantienen aún una división en campos estancos entre la naturaleza de sus actividades de investigación y las del propio centro. Según ésta tradición los proyectos pueden ser de investigación básica -fundamental, pura o exploratoria, de investigación aplicada -tecnológica o dirigida-, proyectos de desarrollo de nuevos productos y procesos, o su perfeccionamiento, descubrimiento de nuevos usos o aplicaciones o el ensayo y la evaluación y proyectos de asistencia técnica reducción de costos, ingeniería y aplicaciones, mantenimiento de productos, inteligencia técnica o información técnica. Todos estos campos vistos como compartimientos estancos sin muchos vínculos entre sí. Encontramos entonces centros que se definen por el tipo de proyectos que abordan. Así, es frecuente escuchar que se trabaja en un centro de investigación aplicada o en uno de investigación básica o en uno de desarrollo. Tales definiciones no responden a la realidad de la investigación hoy en día, tal como lo he señalado más arriba. Un investigador, un equipo de investigación o un centro de investigación se enfrentan a problemas en ciencia y tecnología que de por sí tienen distintos abordajes (Asbby, 1969). Si bien se pueden reconocer las diferencias entre cada uno de estos campos, estas vienen dadas por el tipo de personas que se dedican a ellos. Por ejemplo, las personas creativas, curiosas y motivadas por la tradición científica tenderán a proyectos dentro de la investigación básica; en cambio personas curiosas y orientadas hacia las necesidades del mercado actuarán mejor en proyectos de investigación aplicada o de desarrollo.
Asimismo, el nivel de desarrollo de la disciplina en concreto también determina el perfil de los proyectos. En ese sentido, una disciplina como la Física, cuya madurez ha alcanzado importante niveles, propone en su propia tradición problemas de investigación que se orientan más hacia los campos básicos. En su lugar, algunas disciplinas de lo que se conoce genéricamente como las Ciencias Sociales, con dificultad pueden plantear problemas en ese ámbito.
También podemos encontrar diferencias en la finalidad de cada proyecto. Mientras un proyecto de desarrollo puede tener como fin el de crear productos nuevos o mejoras, uno de investigación básica tendrá como finalidad entender el desconocimiento y proveer nuevos conocimientos.
Por otro lado, los procesos que se utilizan en cada uno de los campos que he señalado -básico, aplicado, desarrollo, asistencia- son otra manera de encontrar diferencias. Así encontramos que investigar los fenómenos, descubrir los secretos de la naturaleza y verificar las teorías del mundo físico definen el proceso de la investigación básica y, por supuesto, es distinto esto al proceso de satisfacer las necesidades de las unidades de producción, de mercadeo o de otro ámbito de una empresa usando recursos técnicos más sofisticados y personal calificado, propio de la asistencia técnica.
Otra fuente de diferencias entre los distintos tipos de proyectos las constituyen los resultados obtenidos. Mientras de la asistencia técnica se obtienen servicios o asesorías, de los proyectos de desarrollo obtenemos especificaciones y requisitos de desempeño de productos o procesos, nuevos o mejorados. En cambio, de la investigación básica obtenemos como resultados teorías o conocimientos que serán divulgados, y en la investigación aplicada tendremos teorías o conocimientos acerca de productos naturales o industriales.
Visto así el panorama, tenemos que, aún manteniendo y reconociendo estas diferencias entre los proyectos de investigación, las actividades científicas y tecnológicas cada día convergen más. Por eso encontramos que cada día la ciencia sufre un proceso de industrialización y la tecnología uno de cientificación (Vessuri, 1992). O para decirlo de otra manera en la búsqueda del conocimiento es preferible hablar de un continuo guiado por un conjunto de fuerzas dominantes: las del mercado de bienes y servicios, por un lado, y las fuerzas relacionadas con los intereses y propósitos de los buscadores profesionales de conocimiento, por el otro, con la cual la distancia entre conocimiento científico y tecnológico llega a ser mínima (Vessuri, 1992: 165).
Esta realidad es la que debe estar presente hoy en día entre la gente que hace investigación, sobre todo en aquellos que tienen la responsabilidad de dirigirla. Darse cuenta de que de los resultados de un tipo de proyecto, de los que se han denominado de investigación, pueden tener relación -y de hecho la tienen- con otro tipo de proyectos y que en la practica, se consolida cada día más un proceso convergente entre ciencia y tecnología. Es este el pensamiento, entonces, que debe guiar la acción de planificación de un centro de investigación. Y lo que es más importante de su relación con otros centros de investigación o instancia donde esta aparezca y con el entorno social y económico que les compete. Para ello es evidente que se debe conocer esa realidad lo mejor posible.
Decíamos que solicitar a los centros de investigación un conocimiento profundo de la rama de actividad donde se actúa puede parecer, a primera vista, una perogrullada. Sin embargo, del levantamiento de información realizado en unidades de investigación (académicas o no) esto no parece ser una preocupación central de los responsables. Así encontramos centros cuya actividad esta vinculada al área de la salud, por poner un ejemplo, que no se han dedicado sistemáticamente a conocer, y en ultima instancia a diagnosticar, las características y dimensiones del problema salud en la sociedad. Por otro lado, muchas unidades de investigación en otras áreas poseen en su cartera de proyectos cantidad de propuestas, y en muchos casos de resultados, que no son utilizados o asimilados por el entorno a que originalmente fueron dirigidos. En Venezuela abundan ejemplos que ilustran esta afirmación.
Si bien el campo de las investigaciones sociales, en particular la economía, se ha venido desarrollando no es frecuente encontrar unidades o secciones en centros de investigación, sobre todo en el campo de la ciencias naturales, que se ocupen de profundizar sobre la características de los componentes y relaciones entre ellos, de la rama de actividad de la cual se ocupan. Casos en las áreas de la agricultura, el petróleo, la electrónica, la alimentación, etc., pueden también ilustrar esta afirmación.
Muchas veces se reduce esta necesidad a un estudio puntual de mercado para ver la viabilidad de introducir un determinado resultado de investigación. Esto no es lo que se quiere destacar al insistir en el conocimiento a profundidad de la rama de actividad donde se actúa. Lo que se pretende es poner en un sitio adecuado la necesidad de indagar sobre las características estructurales de la rama o sector adonde van dirigidos los esfuerzos y cómo se da o se introducen en ella los cambios. Se pretende así hacer de la investigación una actividad con más disposición asertiva. No se puede actuar en ningún campo y mucho menos en forma eficiente, si no se conoce bien cómo allí se relacionan los distintos actores, las relaciones y cómo se pueden introducir cambios.
En general, esta preocupación ha sido responsabilidad en los países desarrollados de las empresas productoras de bienes y servicios. En nuestros países la base de las empresas es débil en este campo. No se pretende sustituir esta actividad de indagación sobre la dinámica de un actor a otro. Más bien lo que se busca es crear sobre bases sólidas la posibilidad de transferir resultados de investigación de los centros a las empresas y viceversa. Ello puede permitir, a través de la formulación y ejecución de proyectos propios, construir y acumular conocimientos científicos y tecnológicos pertinentes con las ventajas y necesidades que posee la sociedad en una época determinada.
Con frecuencia aparecen críticas sobre la poca o nula pertinencia que tienen algunas actividades científicas y tecnológicas con los problemas del país. En algunos casos esas criticas pueden ser ciertas. Hay comunidades de investigadores que han perdido sus vínculos con la sociedad y prefieren buscar su legitimidad en otras latitudes (Reig,1992). Incluso los criterios de valoración de la actividad científica son los que se manejan en los países desarrollados. Sin embargo, del conocimiento profundo de la rama de actividad en la cual se actúa se desprenden proyectos propios de la unidad de investigación. Proyectos, que si bien no pueden o no van a tener una aplicación inmediata, contribuyen a construir una capacidad científica y técnica que le permite al centro mantener sus capacidades de afrontar y resolver problemas.
Pongamos como ejemplo el caso de un país como Venezuela. Nosotros participamos en la economía internacional aportando energía. Hoy esa energía tiene su origen en el petróleo; es decir, según las teorías más difundidas, esta es una energía de origen fósil. ¿Cómo podríamos mantenernos competitivos como vendedores de energía? Pues bien, investigando en fuentes alternas de energía y desarrollando productos derivados de este recurso que poseemos. Las investigaciones en nuevas fuentes de energía nos pudieran permitir mantenernos competitivos en el mercado internacional, por un lado, y aquellas que nos permitan desarrollar o industrializar el petróleo (la petroquímica y la industria de la química orgánica) nos pudieran hacer aprovechar la ventaja comparativa de poseer este recurso no renovable, por lo demás en abundancia. Pero para ello hay que formular y ejecutar proyectos propios a nivel del sistema de ciencia y tecnología del país. Y esa es una necesidad inaplazable.
Aunque el ejemplo se refiere a una nación determinada, y, tal vez, se le puede criticar por su esquematismo, sirve de ilustración a lo que llamamos poseer proyectos propios en los centros de investigación. Pero poseer estos proyectos propios no asegura que la unidad se encuentre en el camino correcto. Para ello requiere que esté vinculada con el mercado. Necesita poner a prueba sus capacidades y constatar cuales son sus carencias. Para ello debe poseer un enlace con su entorno. Debe prestar asistencia técnica traducida en servicios de información técnica, de mantenimiento de productos o procesos, etc. En fin, debe poseer un adecuado equilibrio entre proyectos propios y servicios para compensar sus necesidades de recoger información de lo que pasa en su entorno con sus capacidades de influir en él, tanto a mediano como a largo plazo.
Equilibrio entre proyectos propios y servicios
El exceso de pragmatismo en muchas unidades de investigación las ha llevado a dedicar buena parte de sus capacidades a la prestación de asistencia técnica o de servicios. Si bien ello ha tenido su justificación en la estrechez económica que la mayoría han vivido, sobre todo en los últimos años, ello ha sido también la causa de un movimiento pendular que llevó a muchos centros de un estado de introspección permanente a uno de búsqueda extrovertida de consumidores de sus capacidades humanas y técnicas -laboratorios y otras instalaciones-. Esto no sólo se constata en Venezuela sino en otros países de Iberoamérica (Plonski, 1993).
Entonces, se necesita alcanzar un equilibrio. La actividad desmesurada de prestación de servicios ha destruido -por decir lo menos- muchos centros de investigación. En algunos casos han quedado apenas reducidos a laboratorios de certificación, si bien útiles, desprovistos de toda capacidad de abordar problemas de otro nivel de complejidad, dejando a otros, por supuesto, estas tareas. Se requiere, por tanto, mesura en la prestación de servicios y mucha conciencia institucional de por qué se hacen. Sí esto no es así se corre también el riesgo de reducir esta actividad sólo como fuente de recursos económicos. Importantes sí, pero no suficientes para la vida de un centro.
El investigador debe estar en contacto con los problemas de su área de competencia y la asistencia técnica es una fuente de conocimientos en estos campos, pero no la única, a veces no la más eficiente. Su experticia es útil para la resolución de problemas en la sociedad. Por lo tanto, no se debe despreciar esta ventana al entorno que significa la asistencia técnica. Si es posible debe poseer independencia operativa y no estar mezclada con la operación de los proyectos de investigación. Papel importante juegan en ello los gerentes de proyectos quienes con su capacidad de ver y hacer ver a su equipo hacia donde se va, pueden utilizar la demanda de servicios como un instrumento para alcanzar y potenciar los objetivos buscados en sus proyectos.
A los gerentes de centros de investigación corresponde, sin embargo, garantizar este equilibrio. Son ellos los llamados a ponderar la madurez de la institución para vincular sus capacidades sin poner en peligro su perfil y vocación científica y tecnológica. No es tarea fácil, pero para ello hay que dotarse de capacidad de producción. Esto permite evitar la tentación que, a la larga, desdibuja la verdadera misión institucional y contribuye a enriquecer el trabajo a futuro de la investigación.