Espacios. Vol. 17 (1) 1996

La política tecnológica como política económica

Technological policy as economic policy

Víctor Alvarez R (*)


La cuestión tecnológica

Comprender y explicar la importancia de la tecnología en el desarrollo económico no deja de ser un tema difícil de abordar en un país que creció motorizado por la renta petrolera y cuya industria nació al amparo de una prolongada protección. En un mercado cerrado a las presiones de la competencia externa, la calidad y productividad no constituían requisitos imprescindibles para la supervivencia. El éxito de la industria poco tenía que ver con su grado de desarrollo tecnológico o su capacidad de innovación. Era el nivel de protección y la habilidad de las empresas para agenciarse el beneficio de los subsidios, préstamos y demás incentivos públicos, lo que finalmente determinaba su continuidad en el mercado.

En aquellas condiciones, la cuestión tecnológica se limitaba a la compra de maquinarias y equipos. Pero en realidad lo que se compraba eran capacidades de producción y apenas un mínimo de conocimientos necesarios para operar el sistema de producción. No se conocían los principios científicos ni se adquiría el know how o el dominio pleno de los procesos y los métodos. En consecuencia, no se adquirió ni creó una capacidad tecnológica propia en términos de conocimiento a información mediante la cual la industria pudiera optimizar el use de sus bienes de capital. Sin exageración alguna, la tecnología fue asumida, en el mejor de los casos, como un interesante tema exclusivo de académicos y universitarios.

Es a raíz de las presiones competitivas, que se desencadenaron con la apertura a integración comercial, que muchas empresas comenzaron a preocuparse por la innovación y el desarrollo tecnológico, conscientes de que sólo así podrían ofrecer un producto de menor precio y mejor calidad que los de la competencia.

La supervivencia del aparato productivo en el largo plazo no debe estar supeditada a altos aranceles, restricciones cuantitativas al comercio, subsidios, préstamos baratos o la generosidad fiscal del pasado. Estas sólo son medidas coyunturales, las cuales se pueden justificar para hacerle frente a contingencias muy concretas, tales como el dumping, los subsidios de algunos países y otras formas de competencia desleal. La dinamización de la economía nacional, la satisfacción de las necesidades internas y la generación de ingresos en divisas que compensen el derrumbe de la renta petrolera exigen el relanzamiento de un nuevo tipo de industrialización, en el cual se preste mayor atención a la evolución de la calidad y productividad con las que se produce: habrá que darle prioridad a los aspectos tecnológicos de la competitividad.

Es más, en el curso de una economía mundial cada vez más globalizada la competitividad auténtica tendrá que ser, como nunca antes lo fue, un objetivo clave de la política económica a industrial, en cuyo marco tiene que integrarse la política tecnológica. En este sentido, la coordinación de las políticas macroeconómica, industrial y tecnológica es crucial para apoyar la industria, sobre todo si se tiene claro que el sólo cambio de un mercado cerrado y protegido a otro abierto y competido no se traduce automáticamente en una mejora de su competitividad. Sin lugar a dudas, las capacidades tecnológicas que son necesarias para sustentarla requerirán una activa participación del Estado y un esfuerzo concertado entre gobierno, empresarios y trabajadores.

Competitividad: un problema tecnológico

Entre los factores que pueden alterar radicalmente el estado de la competencia, la tecnología se encuentra entre los de mayor impacto. Las empresas industriales más competitivas deben su liderazgo a un mayor nivel tecnológico y a una eficaz gestión de la tecnología. Su capacidad para desarrollar, mejorar y/o mercadear productos y procesos de fabricación es la clave de su éxito. Tales empresas saben muy bien que a medida que el cambio tecnológico repercuta sobre las ventajas competitivas el liderazgo vigente puede ser radicalmente alterado.

La profundidad de los avances tecnológicos en marcha ha alterado sustancialmente los fundamentos de la ventaja competitiva en los que se apoyó durante muchos años la estrategia de desarrollo de nuestro país. Actualmente, la ventaja competitiva depende cada vez menos de la dotación de recursos naturales y cada vez más del desarrollo de los recursos humanos y de nuevas capacidades tecnológicas. Hoy por hoy, la tecnología es imprescindible para la modernización productiva y su dominio constituye una condición básica para lograr y sostener la competitividad.

La actividad industrial supone el dominio de ciertos tipos de tecnología, aunque ninguna de ellas sea de punta. Una empresa, por muy tradicional que sea, posee toda una gama de tecnologías a través de las cuales combina fuerza de trabajo, maquinarias, canales de distribución, información, etc. para producir y comercializar un bien. Por lo tanto, la tecnología no sólo está presente en el proceso productivo como tal, sino también en las actividades de apoyo.

Un producto, entonces, no sólo es el resultado de una única tecnología sino de varias, tales como tecnologías de materiales, de procesos, de diseño y fabricación, de software, de sistemas, etc. En consecuencia, hay posibilidades de descubrir un margen de mejoras en uno a otro eslabón de la cadena de valor.

Mejoras sostenidas en la gama de tecnologías de la empresa pueden llegar a alterar las reglas de la competencia y, por lo tanto, la estructura de ese sector industrial. Así pues, innovaciones aparentemente simples y sin importancia en algún eslabón de la cadena de valor, pueden ser el detonante de pequeños pero sucesivos cambios en los demás eslabones, lo cual finalmente puede llegar a tener importantes efectos bien sea en el costo de producción o en la calidad y diferenciación del producto, lo cual le permite a la empresa crear una ventaja competitiva difícil de igualar. Cuando esto ocurre, aumentan las barreras de entrada, se elimina a competidores poderosos y se protege al sector industrial de la amenaza de sustitutos.

Sin lugar a dudas, el desarrollo tecnológico incluye todas y cada una de las actividades necesarias para llevar con éxito un producto al mercado. En este contexto, las empresas están llamadas a integrar a la estrategia general y a las diferentes áreas funcionales la atención de los aspectos relacionados con su tecnología. Esta no puede seguir siendo vista como un proceso que comienza y termina en el área de fabricación.

Bajo condiciones de una economía cada vez más globalizada, la competitividad se basa en el dominio tecnológico. La presión de grupos ecologistas que interpretan la aspiración social de lograr que la actividad industrial no se revierta contra el medio ambiente, así como el impetuoso ritmo de desarrollo tecnológico que caracteriza la ardua competencia entre las principales potencias industrializadas, sentencian una época en la que los mercados tienden a ser más especializados y protegidos por barreras técnicas. A la hora de tener acceso a los grandes mercados el obstáculo principal no lo constituyen altos aranceles o restricciones cuantitativas a la importación, sino la creciente cantidad de normas técnicas que se deben cumplir. En consecuencia, la posibilidad real de superar este nuevo tipo de proteccionismo exige un creciente desarrollo tecnológico que haga posible que la calidad y productividad de la industria venezolana cumpla los estándares y normas técnicas que marcan la pauta en el mercado internacional.

Estrategia tecnologica: ¿lideres o seguidores?

Para construir una industria moderna es necesario estimular la aparición de sectores intensivos en el use de la información y el conocimiento. Generalmente, estos sectores ofrecen la posibilidad de obtener mayores niveles de productividad y tienen un mayor impacto de cara al crecimiento económico y progreso social. Sin olvidar la historia de la CVF, Foncrei, Corpoindustria y Fintec, en la última década los mayores recursos destinados a la política industrial y tecnológica se han concentrado en torno a PDVSA y sus filiales y las empresas que conforman el holding de la CVG. Sin embargo, las políticas públicas que en adelante se instrumenten no pueden ignorar la industria privada que ya existe, conformada fundamentalmente por pequeñas y medianas empresas.

En el caso venezolano, está planteada una profunda modernización de los sectores de la industria nacional que se basan en tecnologías maduras o tradicionales. La difusión de las nuevas tecnologías (NT) constituye un elemento clave para revitalizar y modernizar dichos sectores industriales.

Una de las grandes oportunidades que ofrecen las NT consiste en que pueden ser empleadas por una amplia gama de sectores económicos, ramas industriales y países. Su difusión a los más diversos sectores y actividades es un proceso cada vez más extendido. Las NT no tienen que ser necesariamente desarrolladas por nuestro país. La velocidad y cobertura con las que se difunden permite tener acceso a las mismas, aunque no hayan sido generadas internamente. Por lo tanto, más que la creación de NT lo que está planteado es su utilización, adaptación y perfeccionamiento. El esfuerzo tecnológico que se haga debe enfatizar desarrollos prácticos que se traduzcan en rápidos éxitos comerciales. Una vez que se superen las primeras etapas de aprendizaje, formación de RR.HH. y cambios organizativos, habrá que plantearse entonces una estrategia más compleja y ambiciosa que se proponga la creación y desarrollo de tecnologías propias y de vanguardia.

Por otra parte, en el caso de las tecnologías de punta hay que advertir que la ferocidad de la carrera por el liderazgo tecnológico puede originar para nuestro país un costo mayor que los beneficios que se aspiran obtener. Sobre todo si tenemos en cuenta nuestra débil capacidad de respuesta frente a los países desarrollados, dueños de una sólida capacidad tecnológica que les permite responder rápidamente a los desafíos de la competencia. Cuando se trata de liderar la producción de tecnologías, esta decisión debe sustentarse en los recursos que se posean para explotar antes que nadie los resultados que se logren y evitar así que los seguidores o imitadores sean quienes se lleven los mayores beneficios. Tengamos en cuenta que la velocidad de los cambios en los sectores de mayor dinamismo tecnológico rápidamente deja obsoletas las primeras versiones de esas tecnologías. Esto permite a los seguidores reducir este riesgo y recoger los beneficios que se derivan una vez que dicha tecnología evoluciona en una dirección predecible y segura. La ventaja competitiva la alcanzan o bien aquellas empresas que poseen suficientes recursos y capacidades como para soportar las enormes y frecuentes inversiones que hay que realizar, o bien las empresas seguidoras que han creado un gran capacidad para absorber y mejorar rápidamente los inventos a innovaciones de los pioneros. Más aún cuando en otros países a estas empresas que invierten sus propios recursos, sus respectivos estados y gobiernos las apoyan realizando importantes inversiones en I&D para mejorar su competitividad.

Ahora bien, esto no quiere decir que haya que renunciar a la posibilidad de desarrollar sectores de alta tecnología en nuestra estructura industrial y resignarse por tanto a los sectores tradicionales o intermedios. Tampoco se trata de convalidar una actitud pasiva hacia la investigación científica básica. Lo que estamos planteando es la necesidad de modernizar los sectores industriales que ya existen, a la par que se estimula el desarrollo de sectores industriales de mayor complejidad y refinamiento tecnológicos. De esta manera será posible propiciar el surgimiento de nuevas ramas de actividad industrial que demanden y utilicen intensivamente los resultados de la investigación científica y tecnológica.

En el corto plazo, al no tener la capacidad de I&D necesaria ni mucho menos poder soportar el alto costo de aspirar a ser líderes en tecnologías de punta, una opción que debemos evaluar es la modernización de los sectores con tecnologías maduras que muestran un margen de revitalización a partir de la difusión en ellos de las NT. No hay que plantearse, entonces, en esta fase de arranque una estrategia de liderazgo tecnológico, en el sentido de querer ser desde ya los primeros en introducir nuevos productos y procesos como el factor determinante de la estrategia competitiva. Cuando apenas se dan los primeros pasos en el difícil reto de conquistar un espacio en el reñido mercado internacional de manufacturas, lo mejor es formular una estrategia tecnológica que evite de entrada el enfrentamiento directo con las grandes potencias, pero que permita a la larga observar y asimilar activamente lo que hacen los líderes en innovación y cambio tecnológicos. Se trata de una estrategia orientada a apoyar los sectores y ramas industriales del país en los que se observan tendencias positivas, a pesar de todos los obstáculos que han tenido que enfrentar debido a los desajustes macroeconómicos que se han entronizado en el país en los últimos años. No olvidemos que gracias a las NT hoy en día es posible la revitalización de sectores industriales donde predominan tecnologías maduras. Estas, además de ser las que predominan en nuestro tejido industrial, no presentan mayor interés para aquellos países o empresas que siguen una estrategia competitiva de diferenciación, con base en el liderazgo tecnológico. En nuestro caso, una estrategia de seguidores consistiría en desarrollar y mejorar los productos y procesos que en tales sectores otros países han introducido en el mercado. Se trata de aprovechar la velocidad con la que se difunden los nuevos productos y procesos en comparación con la lentitud con la que se transfieren las subsiguientes mejoras de los mismos. De hecho, este fenómeno explica porqué muchos países que en sus inicios siguieron una estrategia de seguidores, finalmente fueron los que cosecharon los mayores frutos del esfuerzo que realizaron los países pioneros.

Así fue la experiencia de Japón y de los países del sudeste asiático. Estos, una vez que en los EUA y Europa se creaban nuevos productos y procesos, procedían a copiarlos pero introduciéndoles mejoras que resultan ser más difíciles de absorber por parte de sus creadores. De esa forma pudieron crear las ventajas competitivas que hoy por hoy sustentan su firme posición en el mercado internacional, a pesar de no haber sido los creadores de tales tecnologías ni mucho menos los primeros en introducir nuevos productos y procesos. Ante la efectividad de tal estrategia, los EUA ha reaccionado ejerciendo una enorme presión para que los demás países adopten leyes y normativas de propiedad industrial, las cuales en buena medida responden a la necesidad que tienen las firmas estadounidenses de protegerse de los seguidores y anular así el éxito que han tenido estos países al adoptar esta estrategia.

Si bien en una primera etapa los seguidores limitaron su crecimiento en sectores de alta tecnología a la implantación de cadenas de montaje pertenecientes a empresas multinacionales, han evolucionado hacia una etapa superior al aprovecharse de la presencia de firmas extranjeras para adquirir y desarrollar sus propias capacidades tecnológicas. En efecto, a través de un intenso proceso de aprendizaje tecnológico, países como Corea del Sur, Taiwan y Singapur, que hace apenas venticinco años tenían un bajo grado de industrialización y una pobre capacidad tecnológica, hoy en día incrementan significativamente su participación en el comercio internacional de manufacturas, incluso en los sectores de nuevas tecnologías microelectrónicas a informáticas. Esto mismo es lo que ahora están haciendo Malasia, Thailandia a Indonesia, los nuevos dragones de Asia oriental.

Ahora bien, la estrategia tecnológica de seguidores, basada en la mejora continua de los productos y procesos que otros introducen en el mercado, no significa que el país renuncia a la posibilidad de ser líder en alguna rama de actividad industrial o al desarrollo de tecnologías de vanguardia. A medida que una estrategia de seguidores contribuya a la modernización de la industria y a la aparición de nuevos sectores y ramas intensivos en información y conocimientos, el país se verá emplazado a elevar el nivel de inversión en I&D básica y fundamental. Siempre y cuando se avance hacia la frontera tecnológica en la que se encuentran los países más avanzados, la estrategia de imitación tiende a agotarse. De modo que, al no existir más países o tecnologías que el crecimiento económico y el progreso social exigirán la creación de nuevos conocimientos científicos y tecnológicos que sirvan de sustento a una actividad industrial cualitativamente superior.

Sin olvidar que la experiencia de cada país constituye el resultado de circunstancias históricas muy particulares, es importante rescatar tres constantes que están presentes en el proceso de desarrollo tecnológico en el plano internacional:

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