Espacios. Vol. 15 (2) 1994

El caleidoscopio de la competitividad

The Kaleidoscope of Competitive

Geraldo Muller


3. Un mapa de la competitividad.

El mapa de la competitividad contiene dos polos: el “poder estructural mundial” y el “desarrollo nacional/ regional” de los países o regiones que buscan lograr, a través de su integración mundial, el crecimiento y desarrollo (Ver mapa).

Se incorpora el concepto de poder como un elemento vital del mapa de la competitividad. El contexto en que ocurre y se estructura la competitividad, y también sus fuentes, se mezclan y se cruzan con los componentes de poder; de ahí resulta la inclusión del concepto amplio de negociaciones, suponiendo que no hay poder sin algún tipo de negociación.

“Es imposible estudiar economía política y especialmente economía política internacional sin prestar atención especial al papel del poder en la vida económica (...). Cada sistema (económico político nacional) refleja una mezcla distinta en la ponderación de (los valores básicos) riqueza, orden, justicia y libertad. Lo que decide la naturaleza de la mezcla es, fundamentalmente, una cuestión de poder” (Strange, 1988: 23). El poder y la competitividad están muy relacionados, en buena medida porque comparten las mismas fuentes básicas: la seguridad, el conocimiento, las finanzas y la producción (para detalles, ver Müller, 1992: 12-25).

Prestar atención a las fuentes de poder, en un contexto específico, es sólo una parte del proceso competitivo. Ir más allá significa examinar las negociaciones claves de cada situación particular, una vez que existieran las condiciones para decidir lo que se puede o no cambiar. Una negociación con asociaciones de consumidores de jugo de naranja norteamericanos por parte de los productores brasileños en torno a cierta características del producto, tomando en cuenta la concurrencia en el mercado de los EEUU, puede convertirse, en un momento dado, en el elemento decisivo para el éxito de una estrategia competitiva, por parte de Brasil.

“Poder estructura mundial” es aquel poder que forma las estructuras tecnoeconómicas y sociopolíticas globales, y que decide cómo deben operar los demás Estados, instituciones empresas y procesos económicos (Strange, 1988: 24-29). Se pueden identificar los que poseen este poder por su papel protagónico en el mundo contemporáneo: EEUU, Japón, Alemania, Francia, Italia, Inglaterra, Canadá (el G-7), América del Norte, Europa Occidental y Japón (la Tríada, según la expresión de Ohmae, 1985); Rusia y China; las corporaciones transnacionales; el FMI y el Banco Mundial; OTAN y el Pentágono para citar sólo algunos ejemplos (para más detalles, ver Plano & Olton, 1982).

Es tan importante saber quién participa del poder estructural como saber cómo participa, o sea, cuáles son las funciones del poder?. Lo mismo para la competitividad: ¿cuáles son las fuentes de la capacidad competitiva?. Aquí se podría decir que la competitividad es una expresión del poder estructural, o un efecto combinado del control sobre las fuentes de poder, junto con la capacidad de manejar las negociaciones claves, en un contexto determinado; y más que esto: habría que considerar el efecto retroalimentador que la competitividad tiene sobre el poder estructural, sin que un concepto se identifique con el otro.

El mapa indica que la competitividad permea todos los procesos, constituyéndose en una de las maneras de los países desarrollados de conectarse con los que buscan el desarrollo, a nivel nacional y /o regional. La búsqueda, mantenimiento y la expansión de la competitividad para los desarrollados y los en vías de desarrollo debe tomar en cuenta tres tendencias básicas a nivel internacional, las cuales sirven como referencia para las estrategias: la globalización, la transnacionalización y la regionalización (SELA, 1991: 20-24). El núcleo del poder estructural, o sea, aquel conjunto de actores que ejercen la hegemonía (la Tríada, por ejemplo), se presenta como una articulación de los Estados nacionales que poseen las más avanzadas fuentes de poder y de competitividad. Las tres tendencias indican las condiciones impuestas a empresas, sectores, economías y regiones, para poder integrarse dinámicamente en el mundo contemporáneo.

Aparece en este contexto la tendencia de revisas el papel del Estado nacional en el mercado mundial –y, por ende, del Estado en la nación- debido a la presencia de la globalización y la transnacionalización, tendencia contrarrestada por la aparición de agrupaciones regionales de países – la regionalización. En otras palabras, hay factores que erosionan la capacidad autonómica de los Estados nacionales, en términos de ellos controlar su demanda global y poner en práctica estrategias y políticas dirigidas a los objetivos nacionales. Al mismo tiempo, la contratendencia no se muestra más tan sólo como una estrategia de restablecer la fortaleza de los Estados nacionales sino de organizar un ente supranacional, o sea, un ente regional.

Uno de los factores que erosiona la capacidad autonómica de los Estados nacionales es la transnacionalización. Esto es el resultado de la acción de empresas que tienen estrategias, controles, inversiones y gestiones organizadas en redes que se complementan, y que se distribuyen por todo el planeta, y que buscan optimizar la productividad y las ganancias. Vale la pena notar que en el centro de este proceso ya no están los multinacionales de las décadas de 1950, 60 y 70, sino las organizaciones transnacionales (Wendt, 1993).

El otro factor es la globalización. Esto es el resultado del aumento en la apertura de las economías nacionales: el aumento de la participación de los flujos y las existencias externas en las internas, sea de carácter productivo o mercantil, sea financiero o servicios. En este sentido, la globalización incluye la transcnacionalización, además, induce la utilización del concepto de interdependencia de intereses, al contrario de lo que subordinación o de imperialismo (una visión crítica de la interdependencia, sobre todo en las relaciones Norte-Sur, de la competitividad como la nueva ideología de la lógica de la guerra y de las contradicciones de la globalización se encuentra en Manière de Voir, 1993).

La regionalización o la formación de bloques implica la reformulación de la distribución del poder entre los países de un mismo bloque y entre bloques. La forma más avanzada de regionalización es la Comunidad Europea; la mayoría de los otros bloques constituyen, de hecho, una coordinación comercial de la antiguas “áreas de influencia”, que podría o no ser convertidas en bloques económicos.

Las negociaciones claves a nivel nacional o regional son fundamentales para una regulación que facilita un mayor control del circuito de indeterminación socioeconómico; por ejemplo, basta citar las alianzas entre los grandes actores del sistema sociocultural: los empresarios, los trabajadores y los gobiernos.

Las negociaciones a nivel internacional son decisivas para la integración competitiva. Acuerdos, tratados, pactos y grupos de presión (lobbies) constituyen mecanismos indispensables para la competitividad internacional-. “Uno de los aspectos menos estudiado sobre el éxito de los Tigres Asiáticos es su habilidad en la gestión política de sus relaciones comerciales con los EEUU, a través de un versátil y sofisticado lobby en Washington (...). Hace poco, Taiwán mostró la proeza de mantenerse como el principal beneficiario del Sistema Generalizado de Preferencias (SGP), después de los esfuerzos contrarios de la burocracia comercial americana, en el sentido de ajustarlo en cada nueva ronda de revisión del SGP (...). Informaciones de 1983 del Departamento de Justicia muestran que Corea del Sur gastó 4,5 millones de dólares con 47 super abogados u hombres de relaciones públicas (...). Otra manera de actuar es la de formar coaliciones con intereses complementarios que existen en la sociedad americana (coalition building). Medidas proteccionistas aumentan los precios y perjudican la cualidad de los productos. Basados en esto, los empresarios de Corea y Taiwán, siguiendo el camino pionero de los fabricantes de carros japoneses, crearon alianzas con grupos de defensores del consumidor y representantes de cadenas de venta al por menor” (Kramer, 1991: 41-42).

Vale la pena señalar lo que se podría llamar un “modelo mundial” en formación y lo que promete. Con los cambios geopolíticos e ideológicos, junto con los cambios en las estrategias de competitividad y de productividad, aparecen nuevos desafíos para la regulación mundial y para las regulaciones nacionales. Estos desafíos ocurren en un contexto frágil, en el cual hay continuas improvisaciones en la resolución de los problemas, lo que revela las dificultades en generalizar un modelo de desarrollo que está en construcción: un modelo “inacabado”, porque si al nivel micro y sectorial están delineadas las trayectorias de lo que se debe hacer, al nivel macro, que incluye, entre otros aspectos el seguro social y el desempleo, no ocurre lo mismo. Las principales dificultades residen en generalizar las promesas contenidas en el modelo: participación social, equidad y control del medio ambiente –dificultades para los países desarrollados y, principalmente, para los países en vías de desarrollo, ya que implican cambios profundos en el ambiente interno.

Como se puede ver en la gráfica, las relaciones entre el poder estructural mundial y el desarrollo que buscan, por ejemplo, los países de América Latina y el Caribe (ALC), ocurren en un “campo de fuerzas” competitivo, en el cual se entrelazan tres grandes “corrientes de fuerza”: la globalización, la transnacionalización y la regionalización. Los países que tienen el poder son los líderes en estas corrientes. En este sentido, y visto desde la perspectiva de la ALC, la competitividad sería la capacidad de un país de adaptarse a la estructura del poder mundial, a través de la participación en las determinaciones global, nacional y regional. Esta capacidad se puede convertir en realidad, no como en el modelo de industrialización “hacia adentro”, sino al ingresar en la nueva división del trabajo, centrada en la especialización subsectorial, lo que favorece el comercio y las inversiones intrasectoriales, que son “el núcleo de la teoría moderna de comercio” (Cohen, 1992: 35).

Para participar en el “campo de fuerzas” competitivo, los países en desarrollo disponen de tres subsistemas: el de inversiones, el de innovaciones y el de negociaciones. No es que cada país de ALC debe contar con los tres subsistemas, sino debe crear la capacidad nacional de articular el subsistema (o una parte) que tiene con los otros, disponibles en otros países de la región. El desarrollo de los servicios de comunicación instantánea y de procesamiento de informaciones en redes permiten el “comercio” intrasectorial internacional.

Si pensamos en el objetivo de una sociedad innovadora en la región, competitivamente integrada en el mundo, se necesita conocer la capacidad disponible de lograr innovaciones, no sólo tecnológicas, sino también organizacionales e institucionales-legales. El conocimiento de este subsistema, junto con el conocimiento del paradigma tecnoeconómico predominante en las economías nacionales, facilita el proceso de seleccionar las innovaciones necesarias frente a una o varias estrategias competitivas que se proponen implementar. Lo importante es que las innovaciones se convierten en el motor básico para conseguir los objetivos de la competitividad. Las innovaciones serán los parámetros dentro de los cuales se buscarían adecuar los subsistemas de inversiones y de negociaciones claves.

Hay que recordar que los mecanismos de protección y los incentivos temporales para productos, empresas y sectores, con la finalidad de crear y expandir capacidades competitivas nacionales o regionales, aunque en principio son contradictorios al espíritu de apertura de las economías (globalización y transnacionalización), no son antagónicos frente a las fueras que gobiernan la competitividad internacional –con la condición, que parece que va a predominar, de que estos mecanismos serán negociados interna y externamente.

Finalmente, en la orden interna de cada país de la Región, se hace cada vez más difícil continuar con un modo de producción que destruye el medio ambiente y con un modo social de organización que acentúa las asimetrías entre los grupos sociales a través de la concentración de riqueza y el aumento de la pobreza. Hoy, se considera esta perversa polarización como un obstáculo al crecimiento económico, sobre todo la pobreza, entendida como la ausencia de mercado y la carencia de poder social. La aplicación de innovaciones tecnológicas y organizacionales que aumentan la productividad y consolidan un patrón competitivo auténtico, requiere la redistribución del poder en las sociedades nacionales y la incorporación de las masas de pobres y miserables. Hoy es imperativo lograr la reorganización sociopolítica, articulada con innovaciones para lograr el desarrollo nacional /regional, en un contexto mundial competitivo.

* CEGESTI. Centro de Gestión tecnológica Industrial. Costa Rica.

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