Espacios. Vol.13 (3) 1992

Sistema venezolano de innovación tecnológica en los años 90

The venezuelan technological innovation system of the 90´s: technological research as a commercial fact

Simón Parisca


III.- Experiencias internacionales en procesos de modernización industrial y comercial de interés para nuestro país

El análisis de procesos de transformación socio-económica en otros países del mundo, particularmente el caso de los países asiáticos de reciente industrialización, demuestra que la consolidación de la función de Investigación y Desarrollo ha jugado un papel preponderante en el desarrollo de capacidades competitivas en el sector productivo.

En Venezuela, el Estado ha asignado importantes recursos económicos al Sistema Nacional de Ciencia y Tecnología. El sector privado, no obstante, aún no ha reconocido plenamente la contribución de esta función al logro de ventajas competitivas y, en consecuencia, no ha invertido de manera perceptible en materia de investigación y desarrollo.

La principal diferencia en los niveles globales de atención al tema de la investigación y desarrollo entre los países latinoamericanos y los países asiáticos está en los niveles de aporte del sector privado. Las contribuciones del Estado, medidas en porcentaje del PIB, son comparables a los niveles de aporte del estados asiáticos y del Mediterráneo europeo. Las contribuciones del sector privado, no obstante, si muestran niveles significativamente inferiores a los países de Asia del este. Las tablas a continuación muestran algunas cifras de distribución del gasto en I & D, por sector de origen, en diversas regiones del mundo que muestran la escasa presencia del sector privado latinoamericano en la actividad investigadora.

Puede afirmarse que es en el sector privado nacional donde reside la principal deficiencia de atención al tema de la Investigación?. En términos cuantitativos la respuesta es innegable; en términos cualitativos la pregunta es más difícil de responder por cuanto la misma está matizada por una serie de elementos asociados a los modelos económicos que han prevalecido en los países latinoamericanos. No obstante, resulta imposible desconocer que le incremento de la actividad de investigación y desarrollo en el contexto del sector privado es una condición sine qua non para aspirar lograr el inicio de un proceso de modernización industrial en América Latina. Es imposible concebir que los niveles de inversión en investigación e innovación requeridos para la inserción exitosa de Latinoamérica en los mercados globales puedan ser asumidos por los estados de la región exclusivamente.

En Venezuela, creo que resultaría ingenuo suponer que los niveles de inversión que el Estado realizó en los últimos años (tanto a nivel presupuestario como a nivel de recursos provenientes de la privatización) pueden aumentar. En consecuencia, estimamos que la consolidación del Sistema Nacional de Innovación pasa por dos consideraciones ineludibles:

  1. uso más eficaz en los recursos provenientes del Estado.
  2. estímulos a la inversión privada en I & D.

En términos generales, al juzgar los resultados de la exposición de la industria mexicana a la competencia internacional, trabajos recientes señalan que este proceso ha conducido a la consolidación de los segmentos “maduros” dentro de la industria de ese país. Si bien los resultados particulares pueden variar de un sector a otro en función de la importancia relativa del componente tecnológico en cada uno de ellos, los patrones más comunes de respuesta que parecen comenzar a emerger pudiesen resumirse en los siguientes:

  1. Consolidación de cadenas básicas e intermedias de producción menos exigentes en materia tecnológica.
  2. Desplazamiento hacia la actividad comercial (importación) en el caso de productos novedosos o que exigen niveles importantes de inversión en I&D.
    En resumen, los casos de los países asiáticos y México contribuyen a puntualizar lo que consideramos deben ser las ideas centrales que motiven el proceso de conformación de un Sistema Nacional de Innovación como el que debe ser promovido en Venezuela de inmediato.
  3. La incorporación del sector privado a la inversión en la actividad innovadora es condición necesaria para el éxito del proceso de apertura comercial iniciado en el país.
  4. Esta incorporación debe ser inducida por el Estado y por todas aquellas organizaciones interesadas en que ella se materialice.
  5. Por el contrario, la idea de que la apertura comercial por sí sola, inducirá la aparición de una actitud proclive a la innovación y el cambio tecnológico en el sector industrial y, en consecuencia, una mayor participación privada en la inversión nacional en I&D, no parece desprenderse ni de la realidad mexicana (u otros países de América Latina más adelantados que Venezuela en sus respectivos programas de liberalización económica), ni de los primeros signos que comienzan a insinuarse en nuestro país.

IV.- Venezuela: Realidad actual en nuestro país

En Venezuela, la incorporación del sector privado a la actividad de I&D, y la gestión oficial en el logro de este objetivo, durante los cuatro años del proceso de apertura económica no han sido particularmente exitosas.

El III Plan Nacional de Ciencia y Tecnología, al analizar los esfuerzos históricos realizados por alcanzar el desarrollo científico y tecnológico señala:

“... se destaca un cambio importante en el enfoque teórico: ahora el énfasis aparece en las demandas tecnológicas identificadas por las empresas, a las que deben adaptarse los centros de desarrollo tecnológico, lo cual no significa negarle a éstos, afirmar sus capacidades inventivas de nuevos diseños y prototipos...”

enfoque este que, conjuntamente con la nueva política económica, deberá producir como resultado:

“... un crecimiento significativo en la participación del sector privado en el financiamiento a la investigación y desarrollo esenciales para alcanzar niveles adecuados de competitividad...”

A la luz de la experiencia mexicana, este nuevo enfoque teórico, parece, como el mismo texto lo señala, una formulación teórica. Las demandas tecnológicas a las cuales deben adaptarse los centros no existen: pensamos que no será fácil que se generen espontáneamente desde adentro de las empresas; deberán ser inducidas más efectivamente desde afuera tanto por los organismos rectores de la Política Nacional de Ciencia y Tecnología, como por las instituciones generadoras de conocimiento tecnológico que deberían ser los principales interesados en la conformación de esa demanda.

Si bien consideramos que la política de promoción del Sistema Científico Tecnológico Nacional ha mostrado algunas manifestaciones positivas de cambio en los últimos años, creemos que los aportes efectivos del sector científico y tecnológico al desarrollo económico del país han sido escasos. Y, estimamos, que todos los actores fundamentales del Sistema Nacional de Innovación deben iniciar un proceso de transformación integral, de modificación de roles, de modernización gerencial, como condición necesaria para poder abrigar cualquier esperanza a acercamiento a los niveles mundiales de competitividad.

A:- Organismos responsables del diseño y ejecución del la Política Nacional de Ciencia y Tecnología.

No debe dejar de llamar a reflexión el hecho de que, si bien es cierto que se ha logrado incrementar el nivel de la inversión pública en I&D como se anotó en el párrafo anterior (y se muestra en la gráfica), no es menos cierto que los mismos no han conducido a una aproximación significativa a las metas parciales hacia las cuales apuntan los lineamientos generales de la política nacional de Ciencia y Tecnología señalados en el III Plan Nacional. Este hecho pareciese señalar alguna ineficacia en los patrones de aplicación de los importantes recursos financieros públicos invertidos en el sector Ciencia y Tecnología en los últimos años.

En los últimos años en Venezuela no se ha creado una demanda importante de conocimientos tecnológicos, ni se ha incrementado sensiblemente la oferta de soluciones novedosas a deficiencias o problemas productivos por parte de los centros de I&D; y, definitivamente, no se ha logrado un “crecimiento significativo en la participación del sector privado en el financiamiento a la investigación y desarrollo”.

Creemos que este hecho se deriva, fundamentalmente, de una característica perniciosa de la forma en la cual se ha administrado, tradicionalmente, la política nacional de ciencia y tecnología. Si bien los lineamientos del Plan Nacional apuntan claramente hacia objetivos de promoción y consolidación institucional; en la realidad, la ejecución de los mismos se realiza fundamentalmente con una visión de reforzamiento individual. El investigador, a título personal, en lugar de la institución de investigación pareciese ser el punto focal de una gran cantidad de las decisiones operativas en la ejecución de planes y presupuestos. Esta característica no contribuye al efectivo fortalecimiento de la capacidad de gestión (en todo sentido) de los centros de investigación, y, en consecuencia, les dificulta la construcción de las habilidades o destrezas, técnicas y comerciales específicas, requeridas para consolidar una vinculación proactiva con sus mercados industriales naturales.

Los organismos responsables de la ejecución de la política de C y T, han sufrido históricamente de una cierta falta de foco en la identificación de sus “clientes” naturales. Tradicionalmente se ha concebido al investigador como el objetivo fundamental de estos organismos, lo que ha inducido, como era lógico esperar ante esa percepción, una actitud de búsqueda de propuestas de atención y solución a las necesidades o exigencias individuales de los investigadores. La incapacidad para entender que el país, como usuario y principal beneficiario, de los “productos” de las instituciones de I&D, debe ser “el cliente” fundamental de los organismos ejecutores de la política de CyT; y que los investigadores son sólo instrumentos (en el mejor sentido de la palabra) para la “producción” del conocimiento que ese cliente demanda, ha hecho más difícil comprender que en materia de Ciencia y Tecnología, al igual que en otras áreas de la actividad económica nacional, es fundamentalmente a través del fortalecimiento de la capacidad de gestión de las instituciones productivas (centros de I&D en este caso) como se podrá maximizar los beneficios finales a la población.

b.- La Industria Nacional: demandas de conocimientos tecnológicos.

La inexistencia de una vocación innovadora dentro de la dirigencia industrial venezolana es conocida y ha sido reportada con mayor o menor profundidad por los pocos estudios que en esta materia se han realizado en Venezuela. Si a esta realidad se le suma una potencial disposición hacia abandonar los sectores que, en virtud de una mayor exigencia innovadora, pudiesen ser percibidos como de mayor nivel de riesgo; la posibilidad de que nos enfrentemos en el futuro a un perfil de interés en el tema de la innovación aún menor al que ha mostrado históricamente la industria nacional, se perfila amenazante.

Los resultados de un estudio realizado por FINTEC hacia mediados de 1991 sobre la demanda nacional de créditos para la innovación, conjuntamente con las estadísticas de la evolución de la productividad presentadas en capítulos anteriores, muestran un panorama de poca comprensión sobre las características y exigencias del proceso de cambio que plantea la coyuntura actual del país. Creemos que se percibe la necesidad de un cambio pero que la dirección del mismo no es claramente visualizada. Una muy alta incidencia de respuestas en el estudio de FINTEC apunta, como respuesta a las limitaciones competitivas de la industria, hacia soluciones orientadas a la modificación de la infraestructura productiva (tecnología, equipos y maquinarias), demostrando una clara tendencia a desconocer que el problema fundamental de la industria venezolana (al igual que en muchos otros países occidentales) está, en primera instancia, en las prácticas gerenciales y no en los equipos o sistemas.

En cualquier caso, los resultados de esa encuesta no parecen mostrar un sector industrial capaz de reconocer la potencial participación de los centros de I&D nacionales en el diseño de soluciones a sus problemas o limitaciones tecnológicas como ruta hacia un posicionamiento competitivo dentro de mercados globales. Las respuestas no parecen mostrar una actitud proclive de los empresarios hacia la innovación o el cambio tecnológico, y menos aún de apertura hacia potenciales contribuciones de un sector con cual no ha existido una clara vinculación en el pasado, como es el caso del sector de Investigación y Desarrollo.
Desde las perspectivas de las instituciones de investigación y desarrollo del país, las observaciones anteriores deben representar un evidente factor de preocupación por cuanto el sector industrial constituye el “mercado potencial” de los “productos” de estas instituciones y, como es evidente, en la actualidad ese mercado es virtualmente inexistente.

No obstante, los resultados si muestran un universo importante de empresas con problemas tecnológicos, técnicos, gerenciales, administrativos, etc., inmediatos (por reconocimiento de los propios empresarios) que pueden ser abordados de inmediato por los centros de investigación y desarrollo del país como instancias de aproximación a las empresas (individual o colectivamente), e instrumentos de identificación de proyectos potenciales de investigación. La última pregunta de la encuesta (Áreas en las que contrataría asesorías) muestra más de 8 áreas generales de trabajo en las cuales el 56% de la industria nacional pudiese estar dispuesta a contratar asesorías externas. Cualquiera de esa áreas de trabajo constituye una instancia de “aproximación” con un potencial de orientación importantísimo para cualquier centro de I&D.

El abordaje de esta línea de actividad por parte de los centros de I&D constituye una de las formas que estimamos más efectivas para lograr una inserción acelerada dentro de la realidad cotidiana de la industria nacional (y un conocimiento real de sus problemas) como medio de identificación de sus requerimientos tecnológicos; y, quizás, más importante aún, como instrumento para la construcción de una relación de confianza, mutuamente interesante entre investigadores y empresarios.

El anterior análisis nos conduce a tres reflexiones fundamentales acerca de la realidad actual del Sistema Nacional de Innovación en Venezuela:

  1. No se ha logrado que el empresario nacional reconozca objetivamente el papel de la “innovación” dentro del conjunto de variables que condicionan su futuro productivo. En este sentido, el Estado no ha conseguido inducir la participación del sector privado en la inversión de I&D.
  2. La política nacional de Ciencia y Tecnológia, si bien ha dado muestras de un mayor nivel de comprensión del problema en los últimos años, no ha sido capaz de iniciar un proceso de consolidación de la “capacidad de gestión” en los centros de I&D exigidos por la apertura a los mercados globales, y la promoción de la competitividad en la industria nacional. La gerencia típica de los centros del país sigue presentando un perfil eminentemente académico con una muy débil percepción de la generación de conocimientos como “negocio”.
  3. La política económica del Gobierno no ha encontrado fórmulas con potencialidad de estimular, o promover, la utilización de la capacidad nacional instalada de I&D como instrumento de mejora de la calidad y la productividad de la industria nacional.

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