Espacios. Espacios. Vol. 31 (3) 2010. Pág. 13

Los productores del espacio construido y sus roles en la cooperación internacional al desarrollo

The producers of the constructed space and their roles in the international cooperation for the development

Glenda Dimuro Peter


Nuevas reglas de producción del hábitat

“Es un tránsito desde lo asistencial-compensatorio, hacia el desarrollo social en términos de reconstrucción y fortalecimiento de los actores sociales vulnerables y excluidos, de la participación en las decisiones, bienes y servicios de la sociedad, y que por lo tanto contribuyen a la generación de una política particular de nuevos procesos de desarrollo”. (BUTHET, 2005: 44)

La práctica del urbanismo en el siglo XX ha sido basada en modelos tradicionales y racionalistas, herederos de las ideas cartesianas. Se fundamenta en propuestas funcionalistas, pragmáticas y cuantitativas, simplificando la realidad compleja. La problemática habitacional no puede ser estudiada aisladamente o lejos de un contexto, pues es un problema estructural más amplio que se encuentra en medio de un sistema complejo de relaciones y necesita de una visión sistémica e integrada.

Mientras los productores del espacio están preocupados en generar alternativas políticas, metodológicas y técnicas para solucionar el déficit habitacional, miles de personas construyen, diariamente, sus propias urbanizaciones. “A esas ciudades las llamamos ´informales´, ´ilegales´, porque no responden a nuestra forma de ver y comprender la realidad. En estas barriadas, sus pobladores, desarrollan estrategias ´no convencionales´ (según nuestra visión) de asociación, alojamiento y sustento que intentan llenar el vacío de necesidades primarias”. (ENET, ROMERO & OLIVERA, 2008: 31) Normalmente los técnicos, alejados del verdadero contexto, elaboran propuestas paternalistas y asistencialistas que nada tienen que ver con las necesidades de los pobladores, que siguen construyendo a su manera, con estrategias consideradas por los profesionales como no convencionales para atender a sus necesidades básicas.

Las necesidades humanas no son infinitas ni cambian en cada momento histórico o cultural, lo que muda es la forma particular de satisfacer estas necesidades, o sea, los satisfactores. Lo que ocurre es que el modelo dominante de viviendas mercantilistas impone ciertos satisfactores, muchas veces alejados de las verdaderas necesidades de los “clientes”, provocando, entre otras cosas, la destrucción de los recursos naturales, las desigualdades sociales y ruptura de redes de solidaridad comunitaria y la desintegración de identidades y valores culturales.

Por tradición, los arquitectos, constructores y urbanistas suelen preocuparse por los sistemas constructivos y estéticos del diseño habitacional y urbano. Pero en la cooperación al desarrollo no deben limitarse a hacer propuestas técnicas, sino que deben replantear su rol asistencialista e individualista, ya necesitan actuar con otros actores y profesionales, buscando la relación entre las partes, entre el diseño habitacional, la comunidad, el barrio y la ciudad, promoviendo el desarrollo local e integral que parte de esta complejidad. La tecnología constructiva tiene que mantener una relación con otros aspectos como el productivo, económico, social, ambiental, y cultural.

El cuadro abajo resume el nuevo replanteamiento de la producción del hábitat, cambiando valores y pensamientos mecanicistas para otros que dan un enfoque más holístico al problema.

DESDE HACIA
Objeto Proceso
Problema técnico Problema integral (físico, social, administrativo, político, económico, ambiental)
Solución parcial (tecnología constructiva, vivienda) Propuesta integrada (vivienda, barrio, ciudad, territorio, actor social)
Efecto producido por una causa Efecto producido por un sistema multicausal
Problema estático Proceso dinámico (considerado como proceso actual, futuro y su evolución en el tiempo)
Análisis y resolución de problemas sectorial y tecnocrático Análisis y resolución de problemas interactoral e integrado

(ENET, ROMERO & OLIVERA, 2008: 39)

Para responder a esta otra forma de producción del espacio, a través de una visión sistémica y de procesos diversos y dinámicos, surge el concepto de producción social del hábitat (PSH), que según las organizaciones de HIC (Habitat International Coalition), se comprende por “todos aquellos procesos generadores de espacios habitables, componentes urbanos y viviendas, que se realizan bajo el control de autoproductores y otros agentes sociales que operan sin fines lucrativos”. (ENET, ROMERO & OLIVERA, 2008: 44) Surge del mismo proceso de hábitat, o sea, no es diseñado o pre-moldeado con personas descontextualizadas. El hábitat debe ser considerado un proceso, y no un producto terminado, una producción social y no una mercancía.

Se debe trabajar con satisfactores polivalentes que permitan a la vez el logro de múltiples derechos y las necesidades (individuales y comunitarias), a través de la satisfacción de la necesidad de habitar y contribuyendo para el desarrollo social de la comunidad, facilitando también el cumplimiento de los derechos en los planos biológicos, psicológicos y sociales de aquellas comunidades que están involucradas en cinturones de pobreza, exclusión y marginación, y que necesitan de apoyo para desarrollarse.

La producción social del hábitat articula organismos gubernamentales, no gubernamentales, instituciones y población, formando una red que debe buscar además de la inserción en la formalidad y dilución de barreras vinculadas al derecho a la ciudad (con provisión de espacios públicos, redes de infraestructura y servicios de educación y salud adecuados a las necesidades) y a una unidad habitacional propia (con características constructivas de estén de acorde con las necesidades y expectativas de la población involucrada) también promover el empoderamiento de la organización comunitaria, el aumento de la renta familiar, la inclusión social, cultural y política, buscando la preservación del medioambiente.

El arquitecto involucrado en proyectos de cooperación internacional debe avanzar en la creación de espacios donde se logre resolver o contestar, aunque sea de forma parcial, cualquiera de las necesidades de la comunidad, constituyendo un satisfactor sinérgico y caminando rumbo a la solución tanto de la problemática del hábitat cuanto de la marginación social y de la pobreza absoluta. O sea, además de producir resultados positivos físicos (hábitat construido) contribuye para el desarrollo de capacidades personales y psicológicas (nuevo posicionamiento social, capacidad de interlocución, sentimiento de pertenencia empoderamiento). Tiene el papel de apoyar a los procesos organizados de autoproducción de los sectores populares, integrando en el proceso factores como: el acceso al suelo, la dotación de servicios y equipamientos, el acceso a materiales, asistencia técnica, financiamientos, el acceso a recursos y principalmente la participación del usuario en todas las etapas de producción, permitiendo la evolución del proceso hacia formas de organización complejas y efectivas.

A través de la PSH, los productores del espacio encuentran herramientas necesarias para fortalecer los procesos de políticas integrales e intersectoriales, garantizando la participación efectiva de los sujetos involucrados, principalmente de la comunidad (los clientes). La forma de gestión incluye la solidaridad, la flexibilidad y la cooperación con otros actores, creando nuevas relaciones de poder entre los mismos y desarrollando una nueva forma de vida por medio de prácticas asociadas al aumento de la calidad de vida y del desarrollo comunitario, fortaleciendo también las relaciones sociales. Todos los actores deben participar activamente del proceso, gestión y decisiones de los proyectos, y debe existir un consenso en la planificación, gestión y control por parte de todos. La PSH estará apoyada por un equipo técnico interdisciplinar (externo e interno) horizontal, distinto de los burocráticos modelos de gestión tradicionales verticales, (de arriba hacia abajo), que permita el diálogo entre los diversos actores.

Quien decide trabajar bajo esta metodología, muchas veces se enfrenta a diversos obstáculos, ya que esta línea de pensamiento “suele ser materia de objeciones y resistencias, fundadas en dificultades prácticas, de escala y de factibilidad, y también en ciertos conceptos firmemente arraigados sobre la acción social en general y la vivienda social en particular, orientados generalmente a la resolución del problema habitacional mediante la decisión unilateral de expertos y funcionarios y la distribución masiva y despersonalizada de viviendas concebidas según un patrón estandarizado y supuestamente universal”. (PELLI,2007: 24)

La participación como eje metodológico

La idea de participación la entendemos aquí como una necesidad de integración (ser parte de) y que en términos de optimización viene a implicar una práctica por parte del sujeto (sujeto-en-proceso) basada en cierta capacidad estimativa y autonomía crítica, por parte del sujeto (tomar parte en), de capacidad de propuesta y de decisión”. (SERRANO& GÓMEZ, 2007: 79)

Para que la producción social de hábitat tenga el éxito esperado se hace necesario utilizar otros tipos de metodologías de trabajo. Hace falta una forma de abordar la cuestión que permita captar a los sujetos sociales con necesidades dentro de un proceso social en el que se producen y reproducen, no limitándose a ofrecer recuentos y clasificaciones de necesidades abstractas (definidas desde fuera del contexto), de las que el individuo no es más que un portavoz manipulado. La valoración y la percepción espacial de determinado territorio no es resultado de la suma de operaciones individuales. Si se busca satisfacer las necesidades socio-espaciales de un determinado grupo, se debe poner en marcha una estrategia participativa que va más allá que una simple consulta sobre cuál proyecto les gusta más. Hay que pasar de la simple elección a la elaboración participada. Así, a través de la participación el compromiso y la responsabilidad son alcanzados.

A través de la investigación, la acción participativa de los procesos participativos rompe con la visión ideológica de la participación, adaptándose e implicándose en el contexto explorado. Al tratarse de una acción social cuyo enfoque de intervención busca recoger las informaciones e intereses desde el punto de vista de los sectores implicados, otorga el verdadero protagonismo a los colectivos afectados y, a la vez, potencializa los recursos disponibles en estos sectores desde el punto de vista del conocimiento (difunde y aplica técnicas de auto diagnóstico e investigación colectiva) y de la acción (promueve iniciativas de auto organización). “La propuesta de una intervención activa del habitante concreto en el proceso de definición de sus necesidades, es parte, en rigor, de una propuesta mayor y más abarcadora, que apunta a que esa intervención se extienda a lo largo de todo el proceso, desde la etapa de la formulación de la demanda hasta la ocupación de la vivienda”. (PELLI, 2007, p. 37)

La complicidad de una comunidad en la toma de decisiones es un proceso donde son exploradas las potencialidades de las situaciones concretas a partir de contradicciones, posibilidades, conflictos y fortalezas del propio grupo social. Exige procesos de autoconocimiento colectivo, donde todos los actores deben reconocerse para disminuir, entre otras cosas, las desigualdades y los abusos de poder.

Según Baima (1999), “la participación va unida al concepto de poder y de control, ya que se trata de modificar situaciones de inequidad en el acceso a los bienes y servicios de la sociedad, y de generar espacios políticos donde tomen significado las opiniones y se hagan efectivas las acciones de los sectores más pobres”. (BUTHET, 2005: 27) La participación de los beneficiados y usuarios no puede estar limitada a un papel pasivo, de simple recepción de informaciones sobre lo que se está decidiendo sobre su propio hábitat. A través de niveles máximos de participación se puede garantizar una definición precisa e inequívoca de las verdaderas necesidades y encontrar los mejores satisfactores.

Para que se logre la participación es necesaria promoverla y facilitarla a través un contexto favorable donde haya un acceso a la información y sean creadas estructuras y mecanismos que posibiliten y faciliten esta participación. Hace falta crear “espacios para la controversia” (GARCÍA, 1992), donde se pueda dialogar y reflexionar sobre todas las problemáticas sociales, promover la integración, la participación y un aprendizaje mutuo. La adquisición (o recuperación) de las capacidades de gestión y de espacios de poder de decisión es fundamental para la superación de la situación de exclusión, para el uso de los derechos y obligaciones en el tejido social y para emancipar a grupos sociales en situación de dependencia.

En muchos casos (no en todos), una comunidad devastada espacialmente puede encontrarse fortalecida social y comunitariamente, o sea, presentan un capital social bastante fuerte y que necesita ser mantenido o quizás ampliado. La producción del hábitat debe aprovecharse de este capital, donde están presentes conductas de solidaridad y compromisos colectivos, y no destruirlo a través de proyectos descontextualizados, unificados e individualistas, incompatibles con la realidad del grupo.

Pero en proyectos de cooperación internacional donde lo que se pretende es producir socialmente el hábitat, no solamente la población debe estar preparada para participar, también los técnicos involucrados deben cambiar antiguos roles tradicionales de proyectar y ejecutar su trabajo.

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