Espacios. Vol. 26 (3) 2005. Pág. 3

Diseño del Centro de Creación de Valor de AIMME

Design of the Center for the Creation of Value of AIMME

Carlos E. Seaton; Salvador Breso; Inanna Catala y Manuel Sánchez


6. La Estructura del Centro de Creación de Valor

En el esquema clásico del desarrollo organizacional se afirma que la forma sigue a la función. Es decir, que la estructura que adopte el CCV viene dada por las funciones que este debe desempeñar. En secciones anteriores, hemos visto que las funciones del Centro tienen que ver con la producción de los datos, la información y el conocimiento necesarios para la detección de necesidades, la creación de un banco de ideas, o de proyectos y la identificación las oportunidades representadas por fuentes de financiación o áreas de mercado.

La posterior articulación de la demanda es llevada a cabo por las Unidades Estratégicas de Negocios de AIMME en conjunto con las empresas. De esa manera se estructuran los proyectos que hacen posible el acceso a las fuentes de financiación que permiten la realización de los proyectos que crean valor.

Para cumplir tanto con la detección y sistematización de las necesidades, así como con la articulación de la demanda, la estructura del CCV debe integrar dos dimensiones fundamentales:

  1. La de la Conectividad: Representada por un sistema de mediación informática que soporte (basado en las tecnologías de la sociedad de la información) los procesos de toma de decisiones tanto en sincronía como de manera asíncrona. Es decir, la plataforma telemática y, sobre todo, el groupware necesario para llevar a cabo los flujos de trabajo y de conocimientos que le permitirán a las empresas y a AIMME crear valor.
  2. La del Capital Social: Representada por un sistema humano de mediación para la gestión de las relaciones con los diferentes agentes del Sistema Valenciano de Innovación mediante las cuales se llevan a cabo las tareas de coordinación necesarias para generar la confianza y la credibilidad que son claves para la creación de valor.

Las dimensiones de la estructura del Centro de Creación de Valor le confieren al mismo una naturaleza híbrida en la que se combinan aspectos virtuales y presenciales. En el terreno, la integración de ambos aspectos permite asociar la estructura del CCV a lo que se conoce como una red de valor (Parolini, 1999).

En la red de valor, la virtualidad es juega un papel importante en lo relativo a potenciar la dimensión asociada a la conectividad. La exploración de la virtualidad como concepto conduce a dos definiciones del mismo término que son de interés desde la perspectiva del presente proyecto. Una es la organización virtual y la otra es la organización imaginaria.

La organización virtual (, 1999) se refiere a una estructura que promueve la realización de alianzas temporales entre personas, instituciones y empresas con el propósito de realizar tareas específicas enlazadas mediante el empleo de las tecnologías de la sociedad de la información, siguiendo esquemas que reducen los costes y facilitan el acceso a las capacidades y recursos de las partes involucradas.

La organización imaginaria (Hedberg et. al, 1997) alude a un sistema en el que los activos, los procesos, y los actores clave para la actividad de la “empresa focal” existen y funcionan dentro y fuera de sus límites convencionales. Este concepto es más cercano a la experiencia de AIMME. En este caso, la empresa focal es AIMME y la creación de valor ocurre involucrando, en parte, capacidades que están en las empresas y por tanto, más allá de su estructura legal, de su infraestructura física y de su capacidad de gestión.

Introna, Moore y Cushman refuerzan la importancia de la virtualidad como un factor capaz de reducir costes y producir economías de escala en la explotación de ciertos recursos; mientras que Hedberg et. al, referirse a la empresa focal, tienden puentes a la “Teoría del Actor Principal” (DeGeorge, 1992), lo cual podría ser útil en tanto que complementa a los aspectos presenciales relacionados con la dimensión del capital social.

La consideración detallada de las ramificaciones de los planteamientos de los mencionados autores escapa a la intención de este trabajo. Sin embargo, es conveniente señalar que la integración de tales ideas con las aportaciones teóricas y empíricas de la “Teoría de Redes Industriales” (Häkansson, H. and Snehota, 1995) han abierto sólidas e interesantes perspectivas para la continuidad del presente proyecto de investigación.

En este sentido los elementos empíricos y teóricos podrían servir de soporte a la consolidación del Centro de Creación de Valor ya que en las prácticas derivadas de tales teorías podemos encontrar una amplia variedad de ejemplos ilustrativos de la manera como la gestión adecuada de las relaciones dentro de una red de empresas da lugar a la acumulación y explotación de ventajas competitivas apreciables.

Combinando los diferentes elementos y pensando en la naturaleza híbrida de la estructura del CCV podemos realizar la primera aproximación a la forma que debería adoptar el Centro. La Figura 2 es una representación de la estructura que adoptaría, dentro de AIMME, el CCV. En ella se distinguen: un elemento central de coordinación y equipos de trabajo que hemos denominado celdas de valor.

La estructura central de coordinación es de carácter permanente y tiene la responsabilidad de gestionar la red del valor, lo cual implica servir de soporte a las actividades de las diferentes celdas de valor, documentar los procesos y albergarlos dentro de la estructura asociada para la gestión del conocimiento, propiciar la multidireccionalidad de los intercambios y generar las condiciones de negociación que aseguren la sustentabilidad en el tiempo del Centro.

Las celdas de valor son estructuras de naturaleza temporal, creadas con la finalidad de capitalizar en oportunidades específicas de mercado. En tal sentido, su durabilidad está sujeta a las dimensiones de los proyectos que puedan ejecutar, y a las reconfiguraciones que puedan realizar como consecuencia de alianzas con celdas en campos afines o no del conocimiento.

En principio, la intención es comenzar las experiencias de funcionamiento con casos derivados de las cuatro formas de creación de valor propuestas por Norman y Ramírez. Ello facilitaría la sistematización de las experiencias y permitiría un mayor aprendizaje organizacional. En la medida en que se consoliden las experiencias, es lógico esperar la migración hacia formas híbridas de creación de valor.

7. Conclusiones

La puesta en marcha del Centro de Creación de Valor supone, tanto para AIMME como para sus empresas asociadas y clientes, la sistematización de unos procesos de intercambio de experiencias y de comunicación que de forma natural, basados en el capital relacional, venían desarrollándose, sin metodología y de forma impulsiva, no programada.

La intención de sistematizar y de aumentar la intencionalidad de los procesos de creación de valor tendrá, desde la perspectiva de AIMME, implicaciones en el corto y medio plazo.

En el corto plazo, la aplicación de las metodologías expuestas, se conseguirán a la vez:

  1. una optimización de todos los recursos, tangibles e intangibles puestos en juego (recursos humanos, herramientas informáticas, conocimientos tanto tácitos como explícitos, contactos y relaciones personales e institucionales, etc.).
  2. maximizar el rendimiento de este flujo relacional.
  3. Objetivar, explicitar, documentar y explotar el resultado de esos procesos relacionales.

En el medio plazo, la continuidad de la experiencia dará lugar a importantes innovaciones organizativas, de las que se derivarán, no solo formas más eficientes de organización para conducir las acciones de marketing estratégico con nuestros clientes, sino también, innovaciones tecnológicas de mayor impacto sobre el fortalecimiento del Sistema Valenciano de Innovación.

Para estos dos elementos de un sistema productivo local, Instituto Tecnológico y Sector del Metal al que atiende, el trabajo conjunto sobre las distintas formas de creación de valor es por un lado una experiencia novedosa a la vez que necesaria.

Referencias

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Vol. 26 (3) 2005
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