Espacios. Vol. 26 (2) 2005. Pág. 17

Apuntes para una discusión sobre desarrollo rural en Venezuela

Notes for a discussion on rural development in Venezuela

Igor A. Arias M.


Sostenibilidad y desarrollo sostenible

Para algunos autores la sostenibilidad o sustentabilidad es el estado o calidad de la vida, en la cual las aspiraciones humanas son satisfechas manteniendo la integridad ecológica.

l concepto de sustentabilidad planteado en la Declaración de Río de 1992, incluyó tres objetivos básicos a cumplir:

Igualmente, UICN (1992) en su manifiesto «Cuidar la Tierra. Estrategia para el Futuro de la Vida” habla de sustentabilidad como: «mejorar la calidad de la vida humana sin rebasar la capacidad de carga de los ecosistemas que la sustentan» y se plantea que para alcanzarla, la sociedad debe vivir de conformidad con los principios siguientes:

En este sentido, la sostenibilidad es un concepto de gran dinamismo que depende, por una parte de los recursos y del medio ambiente, y por otra de la capacidad humana para desarrollar nuevas tecnologías y usarlas de forma apropiada en la explotación de esos recursos y su necesaria conservación.

Desarrollo Sostenible: El informe Brundtland refiere el desarrollo sostenible como “aquellos procesos que permiten satisfacer las necesidades actuales, sin comprometer la satisfacción de las necesidades de las generaciones futuras” (W.C.E.D. 1987). Esta definición implica sostenibilidad ambiental, adecuación tecnológica, viabilidad económica, y aceptabilidad social.

Sobre la base de lo anterior Salinas (1998) enfatiza que cualquier iniciativa de desarrollo debe tomar en cuenta las cinco dimensiones básicas de la sostenibilidad que son:

Por otra parte, Constanza (1991 citada por Salinas, 1998), señala que el desarrollo sostenible se percibe como la interrelación entre los sistemas económico-sociales altamente dinámicos y los sistemas ecológicos menos cambiantes en la cual:

Igualmente es importante resaltar que el desarrollo sostenible requiere de acuerdos sociales donde el estamento político le de viabilidad, y una institucionalidad fortalecida-comprometida, se convierta en sustento, orientador y garante del mismo. Debe estar claro que alcanzar bienestar sostenible exige un relacionamiento cabal de los hombres en sociedad, la construcción de instituciones que hagan posible las iniciativas sociales y un relacionamiento amigable con la naturaleza, que sigue siendo la base que sustenta la existencia humana. El desarrollo tiene, entonces, una finalidad ética y social que se sustenta sobre la sostenibilidad de procesos políticos, sociales, económicos, institucionales, culturales, ecológicos y territoriales.

Alcanzar desarrollo humano/social, alcanzar desarrollo sostenible exige entonces del desarrollo y conservación de la naturaleza y del planeta como totalidad. Para ello debemos entender que el hombre es parte de ese planeta y es además un actor muy activo y determinante del futuro de ese gran ecosistema y por lo tanto de su propia supervivencia.

Ruralidad

Es necesario discutir y concebir nuevos proyectos de sociedad rural, que se construyan participativamente y como un producto colectivo.

Lo anterior supone darle un nuevo dimensionamiento al espacio rural. A esos espacios donde el hombre hace punto de encuentro entre lo político, social, cultural, económico, productivo, natural. Esos espacios llamados a jugar un papel estratégico en el cambio de modelo de los desarrollos nacionales, relevando aquellas características que responden a las crecientes e intensas relaciones urbano rurales, al arraigo cultural, a la organización social y para la producción, a lo agrícola y no agrícola, así como al desarrollo de actividades de mayor valor agregado.

Echeverri (2000 citado por Arias, 2000), define la ruralidad como “aquellos territorios que involucran un espacio geográfico, una población asentada en él, un conjunto de actividades económicas que les permite su crecimiento y supervivencia, un tejido social que define una organización propia y unas instituciones, una cultura producto histórico de la tradición, y un sentido político que define el grado de afiliación de la población a su espacio territorial”.

El territorio rural no se concibe como simple espacio físico, que lo es, sino como un conjunto de relaciones sociales que dan origen y a la vez expresan una identidad y un sentido de propósitos compartidos por múltiples actores públicos y privados. Los territorios rurales son entonces espacios eco-políticos dinámicos expresión de relaciones de interdependencia y complementariedad que hacen viable la generación de desarrollo y bienestar.

Esta nueva visión de lo rural como territorios multifuncionales donde se interrelacionan muy diversas actividades económicas, sociales, culturales y ambientales abren un conjunto de posibilidades para la población rural basadas en:

Lo rural, como establece Gómez 2003, y esto es muy importante, comprende un tipo de relaciones sociales con un componente personal que a diferencia de las zonas urbanas predominan en territorios con una baja densidad de población relativa, y ello se posibilita sobre la base de relaciones vecinales prolongadas y por la existencia de intensas relaciones de parentesco entre una parte significativa de los habitantes.

En estos espacios, temas como la confianza /desconfianza, la reciprocidad, el papel de la familia, las relaciones afectivas y la importancia de los padres, son significativos. Ello genera condiciones para que las relaciones personales resulten naturales, otorgan sentido a la identidad con el territorio y adquiere importancia la memoria rural como expresión de la historia local.

Este tipo particular de relaciones sociales, genera a su vez, un fuerte control social por parte de las comunidades sobre las relaciones entre las personas, crea vínculos, da estabilidad, seguridad, crea sentido de identidad y por tanto propende al fortalecimiento del capital social. Algo realmente soñado por los que carecen de ello en las zonas urbanas.

Anteriormente, la ruralidad se relacionaba fundamentalmente con las actividades productivas agropecuarias y el modo de vida resultado de esas relaciones de producción. Hoy sabemos que lo rural incluye muchas otras dimensiones productivas y comerciales, múltiples y diversos actores, así como variables socio-políticas, educativas, culturales, ambientales que forman parte del proceso de desarrollo de esos espacios.

La nueva manera de ver los procesos productivos en las áreas rurales, suponen no sólo las consideraciones de los cambios en los mercados y en las políticas agrícolas nacionales, sino también la importancia creciente de sectores que comprenden actividades generadoras de ingresos y que pueden constituirse en dinamizadoras del desarrollo rural. El vincular la agricultura, por ejemplo, al turismo, a la artesanía, a la pequeña industria, a la minería, o a la pesca y el estimular su integración en cadenas productivas, es un reto que permitirá potenciar el desarrollo económico-social y el bienestar de las familias de las zonas rurales.

Los viejos modelos de uso de la tierra y de localización de las actividades agropecuarias que remitían a un modelo organizado en círculos concéntricos, jerarquizados en función de la distancia hacia un polo único, ya no tienen validez. La difusión de nuevos patrones de consumo y hábitos de vida, la megapolización de los sistemas urbanos, los progresos espectaculares de las comunicaciones y la creciente movilidad de la población han modificado radicalmente el patrón de organización del territorio y tienden a desplazar las fronteras entre lo rural y lo urbano. (Link 2000).

Bajo el empuje de nuevas expectativas hacia el campo y el desarrollo de nuevas funciones de las áreas rurales, la vieja dicotomía entre campo y ciudad ha dejado de tener sentido. Ha futuro se espera tener en las crecientes y dinámicas relaciones urbano-rural, un complejo potenciador de capacidades y oportunidades para el desarrollo armónico de estos espacios.

Ese carácter multifuncional, complejo de la ruralidad han obligado a una importante discusión teórica y a la búsqueda de abordajes integrales. En este nuevo marco, el desarrollo rural adquiere sentido si es adaptado a las nuevas realidades y al reconocimiento de oportunidades y amenazas que lo influencian, especialmente las debidas a los difícilmente predecibles cambios en los escenarios locales, regionales, nacionales e internacionales.

El desarrollo rural exige de relacionamiento y complementariedad entre los diferentes actores del sector rural, el soporte institucional, una amigable relación con lo ambiental, y una participación solidaria y necesario control por parte del Estado. En este punto, como señala Echeverri, la visión territorial aporta uno de los factores más importantes de eficiencia en el desarrollo: El primero es que responde más acertadamente a la integralidad y sentido holístico del desarrollo, al incorporar las visiones locales, desde la perspectiva de sus actores. El segundo es que la reconocida heterogeneidad de nuestro sector rural, implica la diferenciación de las acciones, lo cual se traduce en una altísima complejidad de política pública, absolutamente imposible de concebir y gestionar desde centros de poder y decisión.

Esta consideración conduce a la necesidad de encontrar mecanismos de alianza y focalización de política en los entes territoriales, en sus estrategias de desarrollo como conjunto, de forma que la política pública sectorial transite hacia una verdadera descentralización de la gestión del desarrollo.

La Nueva Ruralidad, concebida sobre una base de organización para la gestión y mayor participación propone cambiar el sentido de relacionamiento de las comunidades con el Estado y con las políticas sectoriales. Se trata de definir competencias en el territorio, en la cual, y sin perjuicio de las necesarias relaciones con los estamentos regionales y nacionales, se responsabiliza al municipio y a las organizaciones locales, de las decisiones y gestión del desarrollo integral local.

El reconocimiento de la importancia de las realidades locales y de su influencia en los procesos de desarrollo, han motivado a diferentes instituciones a generar metodologías, diseñar políticas y emprender acciones tendientes a darle una mayor importancia a los procesos de desarrollo local. Se trata de lograr una mayor participación de la sociedad civil y de las organizaciones sociales y productivas, de estimular procesos de concertación y construcción de consensos entre los distintos actores de desarrollo rural, así como la construcción de proyectos participativos para canalizar recursos que permitan satisfacer demandas de inversión, según las exigencias de los pobladores.

En este sentido cabe destacar las estrategias de “extensión para el desarrollo rural” emprendidas por la Fundación CIARA en mas de 130 Municipios del país al inicio de este milenio y la”“estrategia de desarrollo humano local sostenible” adelantadas por el PNUD en algunas regiones de Venezuela que buscan fortalecer las capacidades de hombres y mujeres, organizaciones e instituciones, y promover oportunidades de desarrollo social, económico, político-institucional, territorial-ambiental y cultural.

Para finalizar este aparte debemos decir que los nuevos conceptos de ruralidad permiten establecer un importante basamento para la comprensión de esas complejas realidades e impulsar de una manera más efectiva y eficiente los necesarios procesos de desarrollo, constructores de bienestar para las familias y comunidades del campo Venezolano.

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