Luis F. Marcano González
Apoyándonos en Vessuri, ya decíamos más arriba que la convergencia entre ciencia y tecnología es cada día más evidente. La frontera entre ambas actividades es cada vez más difusa. Mientras la ciencia se dedicó por mucho tiempo a la búsqueda de lo desconocido en la naturaleza, la tecnología utilizada, por su parte, era la forma instrumental como las sociedades se relacionaban con su entorno natural. La revolución tecnológica del siglo XX ha hecho que los conocimientos y descubrimientos científicos se apliquen casi inmediatamente a la producción industrial de bienes y servicios. La cientificación de la tecnología es hoy día una realidad. Cada día la producción industrial requiere de más ciencia (el qué se hace) y la tecnología (el cómo se hace) se hace más científica (Vessuri, 1992).
No hay, pues, sino en muy raras y escasas excepciones, descubrimiento científico que no lleve parejo su casi utilización inmediata y por lo tanto la presencia de sus responsables en su aplicación. Por supuesto, ello tiene sus implicaciones éticas que no es el caso analizar aquí con más profundidad, pero no por ello las consideramos menos importantes. Lo que queremos destacar es que una unidad de investigación no puede estar hoy día separada de una unidad de producción. Es requisito indispensable, en casi todas las actividades de investigación, poder llevar por lo menos a escala pre-industrial los resultados de los proyectos. Es quizá este componente el más polémico de los hasta ahora planteados. Pero no escondemos que a pesar de lo controvertido y costoso, se va a convertir en requisito indispensable en nuestros centros de investigación.
Otro aspecto refuerza esta necesidad y es justamente las características del aparato industrial que disponemos en Venezuela. No es propiamente un aparato soportado por el conocimiento científico y tecnológico como lo es, tal vez, el existente en países industrializados. No olvidemos que los cambios técnicos y descubrimientos científicos dieron origen y sustentan aun hoy día las capacidades productivas de esos países. Investigaciones sobre sectores industriales de la más diversa índole (Pirela et al, 1991a, INCOVEN,1988) demuestran el poco o ningún interés que tiene el empresario local en la ciencia y tecnología como base de su actividad económica.
Toca al investigador, ya no con sentido dubitativo como lo señalaba años atrás una historiadora de la ciencia norteamericana (Stepan, 1976), asumir el papel de empresario para demostrar que la ciencia y la técnica se pueden convertir en capital. Esto contribuiría a formar una cultura empresarial más sólida a través de la formación de personal de alto nivel que vaya a llenar las filas de emprendedores que se apoyan en la ciencia y tecnología para producir los bienes y servicios que requerimos.
Toda actividad de investigación que se mantenga aislada y no se reproduzca tiende a agotarse en sí misma. La formación de personal de alto nivel es el último de los componentes de esta estrategia como condición sine qua non para que un centro de investigación actúe con más pertinencia en su entorno. A lo mejor, sobran las palabras para explicar el sentido y propósito de este componente propuesto. Sin embargo, no está demás señalar por qué es necesario para un centro de investigación formar personal, tanto de su planta como aquellos que van al mercado de trabajo.
La cultura que se construye en un centro de investigación productivo y exitoso es difícil de transferir y menos reproducir en otro entorno que no sea el propio centro. Los hábitos y costumbres, así como la visión del mundo que se obtienen en estas instituciones, son, a veces, limitadas pero tienen la ventaja de su profundidad en áreas muy específicas. Esta profundidad de conocimientos contribuye a concentrar la capacidad de resolución de problemas con medios más sofisticados que los corrientemente utilizados. El entrenamiento en este ámbito de trabajo dota al participante de una capacidad traducida en habilidades y destrezas muy útiles en su campo de especialidad. Para el centro de investigación es una manera de verse en un espejo actuando en su entorno y un indicador de su capacidad para entender y atender los problemas propios de su área de competencia.
Por otro lado, el personal formado en estos ámbitos actúa como una onda expansiva difundiendo los conceptos y visiones que se tienen desde el propio centro de investigación. Al mismo tiempo, contar con un instrumento de esta potencialidad es garantía de mantenimiento en el tiempo por efecto reproductor de esta actividad. Son pocas las unidades de investigación que manejan en forma consciente este componente en sus estrategias. En el mejor de los casos se trata como requisito casi administrativo o como un hábito inerte heredado de la institución que los acoge (por ejemplo, las universidades). En otros casos se desdeña esta tarea por ser consumidora de tiempo y aprovechable en otra actividad (¿servicios tal vez?), pensándose que el personal se forma fuera del centro y éste lo que hace es captarlo.
No se pretende presentar un recetario para los responsables de las unidades de investigación. Nuestro propósito ha sido más bien presentar estos componentes para su discusión. Son ideas que se han venido decantando en el tiempo y corresponden no sólo a la experiencia personal sino a la observación de otras situaciones y al intercambio de experiencias con otros colegas que les ha tocado afrontar la responsabilidad de dirigir actividades científicas y tecnológicas en distintos ámbitos. A ellos nuestro agradecimiento por la franqueza con que nos han transmitido sus errores y aciertos.
Como acotación final no se debe dejar de insistir en la condición de vinculación que tienen entre sí estos componentes de estrategia propuestos. No pueden ni deben verse aislados unos de otros. Se han querido presentar como un continuo, de manera de exponer y resaltar esta necesaria condición. Para efectos de análisis pueden ser separados y en el mejor de los casos cuantificados. Pero en todo caso, no debe ser una limitación para utilizarlos como guía y lograr así una mejor gestión de nuestros centros de investigación.
Una visión de la investigación como la presentada en el modelo propuesto al inicio de estas líneas, así como la comprensión de los factores políticos y económicos del entorno, puede permitir que desde las unidades de investigación, y en todas aquellas organizaciones donde esté presente esta actividad, se comprenda mejor el importante papel que tiene hoy en día actuar de la manera propuesta. Porque no está nunca demás señalarlo, sin ciencia y tecnología propia, desarrollada con nuestros propios esfuerzos, es difícil garantizar la independencia y soberanía de cualquier nación hoy en día. Estas son, en conclusión, las condiciones del entorno que signan hoy los proyectos de investigación.
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